lunes, 4 de noviembre de 2024

TRAIDOR, Y COBARDE



¿A qué está esperando para dimitir? Pedro Sánchez nunca se librará, el resto de su vida, de la imagen de ayer, que es la de un patético cobarde que huye como una rata de su pueblo indignado.

Ayer vimos a un Sánchez asustado que huyó cobardemente, dejando solos a los reyes. Ayer vimos a un cobarde que llama "violentos marginales" a los que eran el pueblo español indignado por el fracaso del gobierno que él preside. Ayer, el mundo entero contempló a un político derrotado y fracasado al que su pueblo arrojaba barro, palos e insultos porque no le quiere y porque su gobierno es una pocilga inmoral, injusta y arbitraria.

Después de lo que ocurrió ayer en el corazón de la Valencia destrozada por la DANA, el Rey debió convencerse, de una vez, de que Pedro Sánchez es un enemigo de España, que es incapaz de representar a su pueblo y que gobierna sólo para los partidos que le sostienen en el poder. El Rey debe haber aprendido que estar al lado del cobarde le aleja de España y le hace perder honor, dignidad y hombría.

Si alguien tiene duda de lo que significan los acontecimientos de ayer en tierras valencianas, que pregunte a los españoles cuantos desean arrojarle fango y palos de escoba a la cabeza. Sin duda, serán más de la mitad, casi treinta millones de españoles que sueñan con que también se escape como una rata de la Moncloa, permitiendo que España, ya sin él, recupere dignidad, esperanza y futuro.

Ayer se vivieron momentos terribles que deben interpretarse correctamente. La gente, indignada por su mezquindad, se lanzó a por él y, de no haber sido por sus guardaespaldas y el blindaje de su coche, tal vez lo habrían linchado.

Uno de los más evidentes ejemplos mundiales de político fracasado, corrupto e inmoral lo tenemos en España. Pedro Sánchez sigue en el poder, impasible, a pesar de que su pueblo le repudia, abuchea y llama "hijo de puta" cuando lo ve en las calles. Es un modelo viviente de la degeneración.

Las protestas desesperadas contra Pedro Sánchez salen en todas las portadas y telediarios del mundo. La rabia popular es muy intensa, con rasgos violentos sorprendentes en las democracias, que recuerdan la agresión al matrimonio rumano Ceausescu.

Su huida de Valencia, tras parapetarse en los Reyes, debería poner fin a su alocada trayectoria, a sus trampas y negligencias. Tiene que marcharse y permitir que España se reconstruya después de su sucio mandato.

Pedro Sánchez tuvo que huir literalmente de la «zona cero» de la catástrofe meteorológica y humanitaria de Valencia, tras ser increpado, con toda la razón, por los extenuados vecinos, abandonados por el Gobierno antes y después de la tragedia.

Que el presidente del Gobierno se intentara parapetar en los Reyes, acudiendo a la hipócrita cita utilizándoles de escudo para minimizar la protesta, solo ha servido para que la propia Casa Real reciba una parte de la indignación creada por la deplorable gestión de quien tuvo la máxima responsabilidad antes de los hechos y la tiene después de ellos.

El pueblo valenciano ha sabido ver la infame estrategia de Sánchez que, lejos de actuar con la determinación exigible a alguien con su cargo, ha intentado convertir un drama en una oportunidad política contra su máximo rival, el PP, personificado en la figura de Carlos Mazón, pero en realidad dirigido a Alberto Núñez Feijóo.

La ciudadanía ha entendido que la inaceptable imprevisión y la escandalosa falta de auxilio no obedecen a un absurdo dilema competencial, sino a la tristísima decisión del PSOE de intentar convertir la DANA valenciana en otra oportunidad para repetir campañas demagógicas pasadas como la del 11-M o el Prestige.

Porque si Sánchez anunció el sábado una movilización histórica de efectivos del Ejército, la Guardia Civil o la Policía Nacional, pudo hacerlo el mismo martes. Como también pudo adoptar el lunes, antes de la hecatombe y con información suficiente para anticiparse, medidas preventivas tan sencillas como evacuar algunos pueblos, instar a quedarse en casa o cerrar el tráfico por carretera.

La burda estrategia de Sánchez, probablemente debida a la necesidad de desviar la atención sobre los problemas judiciales que acorralan a su partido, a su Gobierno y a su familia, ha quedado en evidencia con la espléndida reacción de la ciudadanía, movilizada primero para ayudar a sus congéneres abandonados entre cadáveres y falta de víveres; y dispuesta a continuación a expresar públicamente su más que merecido enojo.

Un presidente que no atiende los avisos, no reacciona con los hechos consumados, se limita a intentar sacar partido de un drama y llama "violentos marginales" a los justamente indignados no merece seguir en el cargo.

Si Sánchez hubiera hecho lo correcto y se hubiera comportado ante la DANA como un dirigente demócrata, habría sido recibido con alegría y agradecimiento, pero fue recibido como un preboste corrupto y mezquino, merecidamente.

Pocos españoles lúcidos y decentes dudan de que tenemos en el poder a un presidente nefasto, inhumano y tahúr.

La Casa Real no se merecía sufrir la inquina suscitada exclusivamente por Sánchez, pero también debe tomar nota y reflexionar sobre cuál es el límite de sus obligaciones institucionales. El Rey debe saber ya que estar al lado de Sánchez le resta crédito y apoyo en la España real.

Francisco Rubiales

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