Vengo siguiendo la evolución de Bukele desde antes de su primera legislatura como presidente de El Salvador, en ese momento un total desconocido fuera de sus fronteras, hasta que le demostró al mundo entero que si que quiere, se puede.
Él quiso acabar con el estigma de ser uno de los países más peligrosos del mundo, tenía que hacer frente a un par de grupos terroristas (maras) con decenas de miles de miembros esparcidos por todo el país y que sembraban el terror de todas las formas posibles; robo, extorsión, violación y asesinato, sumiendo el país en el caos y la miseria. Declaró el estado de excepción, dotó al ejército y las fuerzas de seguridad de los mejores medios y los sacó a la calle, construyó la mayor y más segura cárcel de todo sudamérica (Cecot) y, en poco más de una legislatura los ha encerrado prácticamente a todos, devolviendo la seguridad y libertad a sus ciudadanos, ha ejercido un estricto control sobre el resto de políticos, incluso los de su propio partido de tal manera que a la mínima sospecha de corrupción son juzgados y condenados.
Su sueldo lo dona en becas a estudiantes porque tiene suficientes recursos con lo que le proporcionan sus empresas, el dinero de los impuestos va íntegro a mejoras de infraestructuras, colegios, hospitales, bibliotecas, todo para el pueblo, logrando a la vez un notable incremento de turismo y por consiguiente una creciente fuente de ingresos.
Es reacio a las imposiciones de organismos internacionales y opuesto al globalismo que pretenden imponer las élites de la agenda 2030, por lo que lógicamente no le faltan detractores en el ámbito internacional, el hecho de haber demostrado que se puede hacer política sin robar, sin corromperse y garantizando la seguridad de los contribuyentes le ha generado mucha oposición, críticas y desprestigio. Organizaciones como la ONU le echan en cara no tener en consideración los derechos humanos que les corresponden a los criminales que ha encarcelado, pero siempre deja sin argumentos a quien pretende rebatirle, y es que ser actualmente el mejor presidente del mundo genera mucha envidia y desesperación en los parásitos a los que lamentablemente estamos acostumbrados, en España, sin ir más lejos. No suelo ser una persona envidiosa, pero reconozco que me genera una gran envidia al ver el abismo entre él y lo que tenemos aquí. Enhorabuena para los afortunados salvadoreños.
La cecot o cárcel de El salvador se queda pequeña para Espana
ResponderEliminarComo mínimo sería necesaria una en cada comunidad autónoma.
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