lunes, 4 de julio de 2022

24 H CON UN SINTECHO DE BARCELONA (REFLEXIONA Y VALORA LO QUE TIENES)

 

BARCELONA - A las seis y diez minutos de la mañana, las farolas del paseo de Sant Joan de Barcelona se apagan. Empieza a despuntar el día. Fran sigue durmiendo en un parque infantil, estirado de lado en el suelo sin nada que le amortigüe de la dureza del pavimento. Solo una mochila le sirve de almohada para apoyar la cabeza. Un poco más allá, otro sin techo descansa sobre un banco. La ciudad también sigue medio dormida: apenas circulan vehículos e incluso se oye el cantar de los pájaros.

Fran se despereza a los pocos minutos sin necesidad de despertador y a pesar de que se puede decir no tiene nada que hacer en todo el día. Guarda en la mochila una camiseta que había extendido en el suelo a modo de esterilla y empieza a caminar en dirección al barrio del Raval. “Normalmente me lavo la cara en una fuente”, dice señalando con el brazo un lugar indeterminado en el paseo de Sant Joan. Y lógicamente orina en cualquier parterre que encuentra por el camino. Hoy, sin embargo, prefiere guardar las formas, por eso de que le sigan a todas partes un fotógrafo y una periodista. El ARA le acompañará durante casi 24 horas para mostrar qué supone no tener un techo en Barcelona. ¿Dónde come? ¿Dónde se lava? ¿Dónde va al lavabo? ¿O dónde hace cosas aparentemente tan simples como cargar el móvil?

Francisco Manuel Mora. Ése es su nombre completo. Es de un pueblo de Sevilla, tiene 62 años y hace casi once que vive en la calle. Tiene la piel castigada por el sol, casi no le quedan dientes en la boca, lleva barba de tres o cuatro días pero viste ropa limpia. Carga a todas partes una mochila. “Llevo ropa, papeles del médico, tabaco, el cargador del móvil, unas chancletas… De todo, menos millones”, afirma con sarcasmo. Habla por los codos y a veces se va tanto por las ramas que es difícil seguirle el hilo.

"Yo vivía como cualquier persona que trabaja. Tenía un piso de alquiler, un coche, una bici y una perra "

“Yo vivía como cualquier persona que trabaja. Tenía un piso de alquiler, un coche, una bici y una perra”, resume así su vida de antes. Asegura que cotizó durante 26 años: trabajó en una fábrica de puertas, en el campo, en una granja, limpiando calles e incluso, como él dice, “desatascando mierda”. Pero se quedó sin trabajo con la crisis y ahí empezó su desgracia. “Tenía 52 años y con esa edad ya no te contrata nadie”, lamenta. Vendió el televisor, la Tablet, el ordenador, una máquina de escribir, joyas… Hasta que ya no le quedaron más cosas para vender y no tuvo más remedio que instalarse en la calle porque no podía continuar pagando el alquiler del piso. “En ese momento estás bloqueado, se te viene el mundo abajo y piensas que, cuanto menos gente lo sepa, mejor. Un amigo te puede acoger durante un mes pero después te tienes que buscar la vida”. Sobre su familia, prefiere no hablar. Dice que tiene un hijo que vive en Londres, pero que no sabe que se ha quedado sin techo.

En la Gran Vía, de camino al Raval, hay otros sintecho en los bancos. Es increíble el montón de gente que se ve durmiendo en la calle a estas horas. En la plaza de Terenci Moix, Fran se para un instante para entrar en un lavabo público. Está bastante limpio aunque, según dice, en estos aseos es fácil encontrar jeringuillas tiradas en el suelo. Sabe a la perfección dónde están todos los lavabos públicos en el centro de Barcelona y también dónde conseguir comida. “Ahora iré al alemán a desayunar”, comenta.

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