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Irene González, autora de 'Salvar Europa'. |
Rebeca Crespo
julio 6, 2025
Irene González, jurista y escritora, no duda en poner nombre a lo que muchos temen decir: Europa está al borde del abismo. Su libro, Salvar Europa (Ciudadela), es una denuncia clara y documentada de cómo nuestra civilización cristiana occidental está siendo desmantelada pieza a pieza por las élites globalistas, la inmigración masiva planificada y una ingeniería social que, bajo la máscara de la democracia y los derechos humanos, ha destruido identidades, arraigos y valores comunes. En esta entrevista, la autora detalla por qué la Unión Europea —a la que muchos perciben como una garantía de paz y progreso— se ha convertido, en realidad, en la principal amenaza para la Europa auténtica, cómo el laicismo y el islam han ocupado el espacio dejado por el cristianismo, por qué España avanza peligrosamente en este proceso de sumisión y qué naciones todavía resisten. Con la firmeza de quien cree en lo que dice, González también señala a los rostros visibles de esta agenda destructiva y explica qué pasos urgentes debemos dar para salvar nuestra civilización antes de que la indiferencia y el miedo nos condenen a desaparecer.
¿Qué significa exactamente «Salvar Europa»? ¿De qué debe salvarse y quiénes son los responsables de haberla puesto en peligro?
Europa no hay que confundirla con la Unión Europea. Europa es un espacio civilizatorio formado por las grandes naciones europeas y Europa es sobre todo la civilización cristiana occidental. Eso es lo que yo pretendo salvar en mi libro y uno de los entes de los que hay que salvar esta civilización cristiana occidental es precisamente la Unión Europea.
La Unión Europea es un órgano burocrático reciente que se ha convertido en un Leviatán supranacional, absorbiendo la soberanía de los Estados nación. Ha borrado identidades nacionales, ha impuesto valores ajenos a nuestra civilización cristiana y, además, ha planificado el empobrecimiento material y espiritual de los europeos para debilitarlos y someterlos. Lo ha hecho confundiendo patria y Estado, concentrando poder y reduciendo la libertad política de los individuos. Ese poder luego fue absorbido por una estructura supranacional como la UE, que decide en nombre de todos, borrando lo que nos unía como europeos: nuestras raíces cristianas y nuestra identidad nacional. Hoy la UE la reduce a una mera organización burocrática sacralizada, que impone su propia moral basada en la diversidad y la sostenibilidad. Cuando tú no tienes nada que amar, tampoco tienes nada por lo que luchar. Y eso es precisamente lo que el globalismo quiere hacer con nosotros. Que seamos seres absurdos, que no amemos nada, que no tengamos por tanto nada por lo que luchar y nos sometamos a sus decisiones.
La inmigración masiva es clave, pero hay que entender que es una herramienta planificada, no un fenómeno natural. Siempre ha habido migraciones en Europa, pero lo que ocurre ahora es un proceso orquestado: apertura deliberada de fronteras, mafias de tráfico humano y presupuestos públicos destinados a apaciguar a los que llegan. Eso no sólo destruye la convivencia, sino que nos hace sentir extranjeros en nuestra propia casa, nos humilla y nos doma. El objetivo es que seamos seres aislados, resignados, que solo pidamos que no nos maten al salir a la calle y que podamos seguir consumiendo con el móvil al final del día.
Muchos de estos inmigrantes profesan la religión musulmana. ¿Existe un deseo explícito de destruir la identidad cristiana del continente?
Sin duda. Pero no sólo por parte del islam. Desde la Revolución Francesa, Europa expulsó a Dios y nos obligó a vivir en una ficción no identitaria, al margen de la naturaleza humana. Cuando expulsas a Dios, el Estado ocupa su lugar, pero los hombres que dirigen el Estado no nos aman, más bien nos odian. Y cuando llega una identidad fuerte como el islam, encuentra un vacío que conquista con facilidad. Basta ver cómo en Francia, donde se quitaron cruces y se persiguió a cristianos, hoy hay mezquitas y hijabs en los mismos lugares.
¿Qué papel juegan ideologías como el feminismo, el ecologismo o el denominado ‘antifascismo’ en esa destrucción?
Forman parte del mismo globalismo antihumanista. Han sustituido las virtudes clásicas por valores woke que no son más que la nueva tríada del mal. Han creado una jerarquía moral absurda en la que el hombre blanco heterosexual está en lo más bajo. El transgenerismo, además, nos ha separado de nuestra propia biología y prepara el camino para el transhumanismo, en el que ya no somos humanos completos, sino medio máquinas, sometidos a una tecnocracia que nos quita nuestra dignidad y libertad.
En el libro identifica esas amenazas… pero si tuviésemos que poner nombres y apellidos, ¿de quiénes estaríamos hablando?
Son caras visibles de un sistema más profundo: Von der Leyen, Soros, Gates, Musk… Son actores del mayor proyecto de poder que se ha conocido, cuyo objetivo es dividirnos en castas y convertirnos en esclavos felices por no tener nada. Es importante entender que no hay un solo enemigo con nombre, sino una élite con diferentes agendas pero un objetivo común: el control global.
¿Diría que España es un alumno aventajado en la ingeniería social en Europa?
España todavía va algo por detrás de países como Francia o Suecia, pero avanza muy rápido. Somos un país completamente entregado al globalismo, que promueve leyes como la de memoria democrática, aborto, eutanasia y apertura total de fronteras, todas disfrazadas de libertad.
Entonces…¿qué nación está liderando la resistencia?
Italia. Ha empezado a frenar la inmigración masiva, que ya es un paso enorme. Un país que ha vivido una sustitución étnica difícilmente puede recuperarse, y frenar eso es crucial. Habrá que ver si Meloni cumple todo lo prometido, pero su línea es positiva.
Identificadas las amenazas, vamos con las soluciones. ¿Hay tiempo para salvar Europa? ¿Qué se debe hacer?
Sí, aún hay tiempo, pero no mucho. Tenemos que recuperar nuestra identidad cristiana, derribar las mentiras del globalismo y recuperar el coraje para defender la verdad y la dignidad humana. Hay que levantar la cruz, no sólo como símbolo material en plazas y escuelas, sino también espiritualmente: recordar que no estamos aquí para producir y consumir, sino porque somos amados y tenemos una misión mayor.
¿Cuál ha sido la respuesta del sistema mediático y editorial respecto al libro? ¿Ha encontrado apoyo, silencio o ataques?
Silencio absoluto. Esa es su estrategia: fingir que no existo y no darme visibilidad. Pero a pesar de eso, el libro va por su segunda edición gracias a que la gente tiene hambre de verdad después de años de mentiras. Eso demuestra que hay esperanza.
Para terminar, ¿qué mensaje daría a los españoles y europeos que todavía sienten que pertenecen a su tierra, a sus orígenes, a su tradición cristiana?
Que pierdan el miedo, que recuperen el coraje, que busquen la verdad y no acepten ninguna mentira. Que levanten la cruz, sin miedo, crean o no en Dios, como símbolo de quiénes somos y de que merece la pena luchar por nuestra civilización.
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