Alberto Núñez Feijóo está en la cresta de la ola. Las encuestas le sonríen. Sólo se trata de no meter la pata y de aprovechar la catástrofe económica que viene. En cuanto al supuesto desafío de Isabel Díaz Ayuso, lo ha resuelto fácilmente en unos meses. Tenerla tranquilita y controlada en Madrid. Sonrisas y abrazos cuando se vean, pero un cuidado milimétrico para que no gane peso político en la derecha a nivel nacional.
La gente, asustada por la inflación y otras calamidades, necesita poner sus esperanzas en un salvador. Evidentemente, el bisoño Casado no lo era. Feijóo tiene una cara de gestor responsable y solvente que te mueres. En 2015 abominábamos del bipartidismo. Llegaron Rivera e Iglesias, hoy políticamente muertos y enterrados. En cuanto a Pedro Sánchez, ha cumplido el papel que le asignaron las élites globalistas, que ya le tendrán preparada una canonjía en la ONU o similar. Todo está previsto y programado. El próximo presidente será Alberto Núñez Feijóo.
Queda todavía la incógnita Abascal. Todo apunta a que, pese a la reciente Tercera en ABC, crítica con el bipartidismo PP-PSOE y que se descuelga con la propuesta de una democracia más directa, más plebiscitaria (no somos Suiza y la gran mayoría de los españoles son políticamente unos analfabetos), Abascal ha decidido rendir pleitesía a Feijóo y simplemente aspira a que éste le necesite para llegar a los 176 votos en la próxima legislatura. Da la impresión de que Vox todavía anda noqueado tras el descalabro de Andalucía. A Santiago Abascal le gustaría ser como Giorgia Meloni. El problema es que los contextos italiano y español son muy diferentes, y que Abascal está demostrando que no sabe cómo lo podría ser.
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