viernes, 14 de julio de 2023

LA GRAN ESTAFA DE "SUMAR"

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LA GRAN ESTAFA DE “SUMAR”

En la ensaladilla rusa de “Sumar”, en ese gazpacho intragable donde habitan 12 ingredientes distintos, hay algo que une a la mayoría de sus componentes: casi todos son marxistas.

En mi juventud pensé que el marxismo funcionaba. Luego me fijé que no: los marxistas más marxistas acababan de empresarios.

Unos marxistas se hicieron autónomos. Montaron constructoras, restaurantes, churrerías, fruterías, carnicerías, cadenas de televisión… y jamás los vi compartir una peseta de lo suyo, ni socializar sus bienes, ni renunciar a la herencia de sus padres, ni desheredar a sus hijos para entregar al Estado los ahorros de sus vidas.

Otros marxistas agenciaron tierras. Y nunca los vi regalarlas. Si acaso, venderlas a muy buen precio. O especular con terrenos y construir ilegal. Algunos las cultivaban. Las tierras, digo. Pero nunca vi que entregasen sus manzanas a los pobres, ni que llevasen sus aceitunas a una cooperativa sin que les apuntasen los kilos.

Otros marxistas hicieron carreras universitarias. Fueron médicos, maestros, periodistas… Y nunca los vi socializando el sueldo a favor de los más pobres. Al contrario. Al igual que yo, agenciaron una segunda vivienda para las vacaciones y acudieron al notario para dos asuntos importantes: poner la casa a su nombre y dejar a sus hijos de herederos. Eso sin contar que contrataron una alarma en Prosegur para evitar que les okuparan la casa.

Y otros, los marxistas más listos de todos, se hicieron políticos de postín. Y alguna, incluso, cambió su forma de vestir con el dinero público: Lady Trapitos.

Es fácil ser marxista de boquilla. Y es fácil rajar de nuestra sociedad occidental. Pero se cuentan con los dedos de una mano los marxistas que han sido capaces, en el mundo, de vivir acorde con ese ideal. Digo de practicarlo con “lo suyo”, no con lo de los demás. Y son tan pocas personas… que se ponen como ejemplo de honradez: Gerardo Iglesias, Pepe Mújica, Julio Anguita, Melchor Rodríguez, Julián Besteiro y pocos más. Son como santos. Santos laicos. Excepciones a la norma general. Porque la norma general del marxismo es el latrocinio del Estado, el fin de las clases medias, la igualación por abajo, la huida de los inversores y la desaparición de la propiedad privada para beneficio de una élite. La norma general es el Estado metido hasta en la sopa, ordenándote qué debes pensar, qué debes hacer, qué puedes decir, qué debes comer y cómo debes follar. La norma general es la devastación económica de Cuba.

La norma general son los millones de personas huyendo de la “estupenda” Alemania Oriental comunista hacia la pecadora Alemania Occidental capitalista. La norma general es la apropiación de Nicaragua por el matrimonio Ortega. La norma general son los siete millones de exiliados venezolanos huyendo de un régimen tirano al que entonan vergonzosas alabanzas Yolanda Díaz, Pablo Iglesias, Pablo Echenique, Enrique Santiago y Juan Carlos Monedero.

Somos casi 7.000 millones de personas en el mundo, y la única manera que tiene el marxismo para meternos en cintura, la única forma de que todos a la vez evitásemos el impulso natural de trabajar en lo propio para ahorrar lo ganado y prosperar en la vida, o de dejar a nuestros hijos las herencias… es por el método de Corea del Norte: perdiendo la libertad, perdiendo la propiedad, perdiendo la vida, pasando hambre y convirtiendo el país en una cárcel. No hay otro método. No se ha inventado otro. Punto. Y no olvidemos que 2.000 millones de personas viven en este momento bajo ese tipo de yugos. Insisto en ello: esas barbaridades no son cosas del pasado estalinista, aunque también. Son cosas del presente. Un presente donde la extrema izquierda muestra su rostro más descarado: una élite que no se priva de lo que priva a los demás. Un presente donde, agazapados a la fuerza bajo el disfraz de demócratas, andan reconvertidos en populistas baratos: en feministas defensores de la mujer (salvo que la mujer se llame Isabel Díaz Ayuso: entonces se burlan de ella en las redes sociales cuando pierde un hijo tras un aborto espontáneo); en donantes de supuestas “herencias” de 20.000 euros a los jóvenes incautos que se traguen esa trola; en distorsionadores de la Historia de España y del Lenguaje; en paladines de Putin y en padrinos del separatismo.

Amigo lector: si te dicen que el esfuerzo personal no sirve, y que ellos, los podemitas reconvertidos en “Sumar”, ya se encargarán de darte todo lo que necesitas, no los creas; los marxistas se esfuerzan en prosperar. De hecho, prosperan más que nadie en cuanto pisan moqueta. Si te dicen que el celador y el cirujano han de cobrar salarios iguales, no los creas: entonces todo el mundo querría ser celador, y nadie querría asumir el riesgo de operar a corazón abierto. Si te dicen que “los ricos” pagarán las facturas de sus ocurrencias e insensateces, no los creas: los verdaderamente ricos tienen medios y abogados para poner sus bienes salvo, y serás tú quien pague la fiesta. Y si te dicen que trabajar “en lo comunal” es más productivo que en tu propiedad privada, no los creas: ve a cualquier pueblo de Andalucía, o de Extremadura, y compara el entusiasmo en el trabajo cuando te llaman al PER o cuando acudes a tu propia finca a desbrozar matojos.

Cuando quieran venderte esa basura… niégate en redondo a consumirla. Es un gigantesco bluf: una estafa piramidal de vendedores de crecepelo que rueda por el mundo desde mediados del siglo XIX, y que se ha cobrado, por ahora, cien millones de muertos que no querían ser “santos”. Muerto arriba o muerto abajo, pues no eran muy exhaustivos los comisarios políticos con el recuento de fusilados o de hambrientos en los campos de “reeducación”, en los famosos Gulag. Porque ellos saben fehacientemente que sólo nos pueden convertir en “santos” a base de policías, de matones, de checas, de chivatos, de vecinos correveidiles, de cárceles, de exilios, de robos a mano armada bajo el eufemismo de “expropiación”, de extorsiones y acosos a los emprendedores, de propaganda infumable para tantear ilusos, de fiscales al servicio del Gobierno, de juicios amañados tras torturas, y, como plantea descaradamente "Sumar" si gana las elecciones, de un absoluto monopolio gubernamental de los medios de comunicación mediante la represión de periodistas díscolos.

Si el marxismo gestionase un desierto, se acabaría la arena. Si gestionase el Polo Norte, se acabaría la nieve. Si gestionase un circo, le crecerían los enanos. Si gestionase una pastelería, se acabarían los dulces. Si gestionase una farmacia, se acabarían las aspirinas. Y cuando gestiona gobiernos, lo único que nos ofrece son cartillas de racionamiento, cierre de supermercados para volver a los economatos vacíos, corralitos financieros, inseguridad jurídica y expropiaciones forzosas.

Ésa es la triste verdad que nace de la experiencia.

Firmado:
Juan Manuel Jimenez Muñoz.
Médico y escritor malagueño.

1 comentario:

  1. Con poco más se puede completar este artículo del médico malagueño,
    Es súper completo, y aquí que tenemos los políticos de esta ideología y con ansiedad de que funcione el marxismo, esa ideología
    de represión y esclavitud del pueblo, para el enriquecimiento personal de la Casta asesina, y con cien millones de asesinatos a sus espaldas, y no les da pudor de salir por los medios para convencer al pueblo de que son los salvadores para su bienestar,
    Canallas y extorsionadores ,
    SUMAR, ? QUE?
    Gente para esa ideología represiva?
    Gente para que trabajen para ese marxismo actual?
    Seguro , seguro segurísimo
    Saludos

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