ELOGIO DEL NEGACIONISTA
Fernando López-Mirones
Negacionista:
Persona inteligente, reflexiva y libre que analiza y cuestiona lo que le dicen que es verdad de forma independiente, y que cuando llega a una conclusión diferente a la de la mayoría, la defiende con valentía incluso si hacerlo le perjudica personal, social y laboralmente.
El negacionista, además, estudia y lee sin parar sobre el tema del que se trate con el fin de informar a su entorno, estando dispuesto en todo momento, si aparecen nuevos datos, a modificar sus conclusiones.
Solo le interesan la verdad y la justicia, y está dispuesto a luchar por ellas lo que sea necesario. Actualmente se le aplica este apelativo a las personas más valiosas de la humanidad, las que siempre hicieron avanzar a las civilizaciones, culturas y continentes.
Lo contrario es el COLABORACIONISTA. Dícese de quien mide qué verdad le es más conveniente para no tener problemas, e incluso para progresar en su carrera o trabajo. Se caracteriza porque no estudia ni revisa, solo elige lo más conveniente para él, que suele coincidir con lo que cree que es la opinión pública mayoritaria.
El colaboracionista, si ve que el viento cambia de dirección, no tiene inconveniente en negarse a sí mismo en minutos. También llamados veletas, chaqueteros, acomodaticios, arribistas, trepas o cobardes. El colaboracionista ayuda activamente a delatar al negacionista porque basa su superioridad moral en denostarlo. Suelen ser personas mediocres y envidiosas que aprovechan cualquier crisis para parecer honestos. Disfrutan viéndose como los correctos, haciendo de su ataque a los más inteligentes una forma de venganza personal por saberse incapaces de alcanzarlos en ninguna disciplina. El colaboracionista ataca en grupo, nunca solo, disfruta de la pérdida de derechos de los negacionistas, a los cuales detesta. No es reflexivo, por tanto no cambiará de opinión por datos o evidencias sino solamente cuando le proporcione más beneficios hacerlo. Los colaboracionistas no se quieren entre ellos; los negacionistas sí, porque tienden a unirse para neutralizar la sensación de soledad que el grupo trata de hacerles sentir.
Los negacionistas, con el tiempo, crean un corpus unidos por sus objetivos y se refuerzan mutuamente creciendo. Los colaboracionistas en el fondo no se gustan a sí mismos, solo se suman por conveniencia o para atacar en horda. Serían incapaces de abogar por ninguna causa porque en realidad saben muy poco sobre lo que defienden, apenas argumentos prefabricados que les dan los medios de comunicación, los cuales suelen ser afirmaciones tajantes o negaciones categóricas seguidas de ataques ad hominem.
Cortan las conversaciones porque no saben argumentar su propia opinión, por ello se hacen los ofendidos o insultan al negacionista con el fin de que acabe un intercambio de ideas para el que no están preparados; tienen razón porque sí y porque todo el mundo lo sabe, punto. El colaboracionista disfruta con el sufrimiento del negacionista, pero al contrario no ocurre.
Todo el afán de un negacionista es convencer al otro y darle un abrazo de concordia. El negacionista es, paradójicamente, positivo, alegre y fuerte incluso en las peores circunstancias porque tiene una causa por la que luchar en la que cree.
Esta fortaleza mueve el mundo, incluso las legiones romanas o los ejércitos de todos los tiempos solo vencían cuando estaban convencidos y creían en su causa y sus líderes. Los negacionistas se constituyen en una suma de singulares que se retroalimentan y se crecen en las dificultades. Los colaboracionistas siempre tienen un pie en el otro lado y están evaluando en qué momento les convendrá cambiarse de bando.
En definitiva, el cemento que une a los negacionistas está compuesto por el amor, la valentía y la libertad, mientras el que une a los colaboracionistas es el egoísmo, la conveniencia, el lucro y la ambición.
Nunca, jamás en la historiara de la humanidad venció el colaboracionismo si los negacionistas aguantan en el tiempo.
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