A lo largo de toda esta farsa-guerra, farsa en la que también está participando Putin, nos estamos encontrando con momentos estelares, más o menos trágicos. Uno de esos momentos estelares se produjo el pasado mes de septiembre con la explosión del gasoducto Nord Stream, sin que nadie haya dicho nada desde entonces. Como si nunca hubiera sucedido.
Y si ya solo el comienzo de la guerra fue un tanto extraño, ya que Rusia cumplió las predicciones de su supuesto enemigo, atacando Ucrania poco después de que sus contrarios anunciasen que se haría, la última noticia que se ha producido a propósito de esta guerra ya sonaría a chufla, si no fuera por la tragedia que representa que haya habido dos fallecidos. Nos referimos al supuesto lanzamiento por parte de Rusia de un misil en suelo polaco, que provocó esos dos muertos.
Ahora, Zelenski culpa a Rusia. El mundo globalista en boca del Secretario General de la OTAN dice que, aunque el misil era ucraniano, la culpa la tiene Rusia. Y Sánchez, con su habitual despiste, ni se entera. La camiseta balinesa debía llevar algún componente que le ha dañado, aún más, su debilitado cerebro.
El caso es que todo lo que está sucediendo parece, cada día más, una absoluta tomadura de pelo de la que participan ambos bandos. Tenemos el poli bueno y el poli malo, aunque esa descripción sea a modo de papel interpretativo, puesto que cada día es más evidente que ambos “polis” son malos.
Mientras tanto, el lanzamiento de ese misil está cumpliendo con uno de los cometidos que más claros vemos en los últimos tiempos: el de detector de tontos. En un mundo absolutamente ideologizado y dominado por la mafia mediática, nos seguimos encontrando con muchos que opinan en función a lo que les diga la tele, por puro posicionamiento partidista.
La tomadura de pelo es absoluta y algunos parecen encantados con caer en la trampa. Ambos bandos buscan los mismos objetivos y cada uno cumple su papel. En realidad, la verdadera guerra es la de esos dos bandos de jefes de estado criminales contra el resto de la humanidad. Mientras no nos demos cuenta de ello, mal vamos.
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