Àlex Cárcel
21 de septiembre de 2025
Junts estaba jocoso anunciando a bombo y platillo que este otoño pasarían cosas hasta que lo que era un secreto a voces ha quedado hoy plasmado en una gráfica. Aliança Catalana ya está en condiciones de arrebatarles la primera posición en Girona y Lleida y hasta 14 de los 35 diputados que tienen hoy en el Parlament de Cataluña, según la encuesta de Ipsos que ha publicado La Vanguardia. Eso ha pasado.
Aunque con pinzas, como cualquier sondeo, el tsunami Orriols, teóricamente a más de dos años de las elecciones catalanas, ya parece una realidad.
Una explosión perfectamente compatible con Vox, que alcanzaría los 16 escaños, que para empezar refleja la enmienda de cada vez más ciudadanos a las políticas migratorias impulsadas en las últimas décadas por los partidos tradicionales a izquierda y a derecha, dejando en toda Europa a varios de estos últimos en posiciones muy delicadas.
Desgaste
Es el caso de los de Carles Puigdemont, agravado por el fracaso del procés y una cierta sensación de estafa entre buena parte del electorado secesionista, que la alcaldesa de Ripoll ha capitalizado aun sin un plan alternativo para lograr la independencia.
A lo que se suma el desgaste de un expresident que sigue bunkerizado en Waterloo, gobernando el partido con mano de hierro pero a golpe de volantazo y acusando su apoyo a un Gobierno que, aseguran, "no cumple sus acuerdos".
Sánchez, potencial damnificado
La primera respuesta de Junts al descalabro que vaticinan las encuestas podría venir por ahí. El plan del partido para la nueva temporada, hasta ahora, pasaba por vincular la supervivencia del ejecutivo de Pedro Sánchez a que Salvador Illa asumiese los acuerdos de Bruselas como propios. Esa era la carta que pretendían –y aún pretenden– jugar, con la ingenua pretensión de tutelar al Govern a cambio de mantener al PSOE en la Moncloa.
Renovación
Hay quien sugiere que Junts irá más allá y romperá en las próximas semanas con los socialistas, que están decididos a seguir gobernando haya o no presupuestos.
Y otros apuntan directamente a Bélgica, apelando a una renovación que tarde o temprano deberán afrontar los posconvergentes con caras nuevas que por ahora no hay y siendo sinceros con la ciudadanía respecto a qué quiere ser el partido de mayor, una incerteza que ya agotó la paciencia de pragmáticos como Jaume Giró.
El futuro de Puigdemont
Puigdemont no tiene nada claro. Sólo su entorno más cercano conoce los planes del expresident cuando vuelva a Cataluña, que en el partido confían en que sea pronto.
La hipótesis de que entonces sí se retire definitivamente de la primera línea cobra fuerza desde hace tiempo, pero tampoco se ha allanado el terreno para ese escenario y nadie parece atreverse a alzar la voz en el seno de un partido que apuesta por el silencio cuando vienen mal dadas, como presumiblemente hará estos días.
Tras el fracaso de la cesión de competencias migratorias que el Congreso de los Diputados ratificará el próximo miércoles, hay varias carpetas sobre la mesa de Waterloo que para Junts son prioritarias.
Nombrar al candidato al Ayuntamiento de Barcelona, decidir si cambian de parecer sobre la financiación singular o reordenar el grupo parlamentario son algunas de ellas, mientras abandonar el cómodo cordón sanitario a Orriols no parece una opción, pese al riesgo de ningunear lo evidente.
Los números son claros: de dos escaños en a 19 y subiendo en apenas año y medio, en el caso de Aliança, y 16 menos para Junts.
En la ejecutiva del partido, una vez más, acusan directamente al grupo Godó de manipular los datos, viendo gigantes donde hay molinos y tomando como referencia las teorías de la conspiración que a menudo abraza Puigdemont.
"Cree que todos van contra él", explican desde dentro. El mensaje es claro, y en Ripoll se frotan las manos.
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