viernes, 26 de mayo de 2023

MAL SÍNTOMA: POLARIZACIÓN EXTREMA


 No voy a recordar lo que ha sido la campaña de las elecciones del próximo domingo. Entiendo que no es necesario, porque todos conocéis sus detalles: los mítines convertidos en Consejo de Ministros por el presidente Sánchez; la irrupción de Bildu, descarnada para quien hizo pactos con ese partido y aprovechada de forma oportuna y oportunista por la derecha; el desencuentro de las fuerzas situadas a la izquierda del PSOE, que obligaron a Yolanda Díaz a un difícil ejercicio de funambulismo; el escándalo final de la compra de votos, que empezó en Melilla, continuó en localidades de Almería y Murcia, ensució la imagen de la democracia y nos transportó a las peores imágenes del siglo XIX y principios del XX; el suspense creado por las encuestas, que sitúan a varias ciudades y autonomías ante un posible empate técnico de los dos grandes partidos, o la intriga de saber si el domingo comenzará el cambio de ciclo con el que sueña el señor Núñez Feijoo...

Esto último se sabrá al cierre de las urnas, y me apresuro a decir algo: quizá el error de esta campaña ha sido plantearla en términos de “nacionalización”, palabra que usan muchos analistas; es decir, una estrategia más dirigida a la gobernación del país que al ámbito municipal y autonómico. Esto hace que las urnas tengan algo de plebiscito sobre el líder socialista y el conservador y que sean leídas, efectivamente, como unas primarias de las generales de diciembre. Ocurrió por primera vez en 1995: un mapa de España teñido de azul fue el primer aviso de la victoria de Aznar al año siguiente. No es seguro que ocurra en 2023.

Frente a esa deformación, nos encontramos con una sospecha. Hemos tenido que asistir a dos campañas: esa, de alcance estatal, y otra, desconocida fuera del propio ámbito electoral, de alcance autonómico o municipal. Durante los últimos días me he preguntado si en mi concello de Lugo se cambiaría el voto por los pactos con Bildu o si pesaría más el recuerdo de los crímenes de ETA que la gestión del alcalde ahora candidato. Creo que la proximidad en política importa y creo, por tanto, que el conocimiento personal y la cercanía de los problemas influyen mucho más en el votante que las grandes cuestiones de Estado. En todo caso, no hemos podido ver grandes proyectos de transformación de las ciudades ni sabemos cuál es la política municipalista del PSOE ni del Partido Popular. A lo mejor se sabe en cada ciudad, eso espero. Es el único consuelo derivado de la perversión de campaña decidida por los estados mayores de los partidos.

Como podéis ver, este cronista llega a la jornada de reflexión levemente desencantado. Informativamente, se dedicó más esfuerzo y espacio a las predicciones de las encuestas que a las necesidades de la gente. En consecuencia, hubo más atención al reparto del poder, aunque sea el venidero, que al contenido de los programas, que supongo que existen. Eso da como resultado siguiente que se llegue a esta fecha con un 25 por ciento de indecisos, lo cual convierte las arnas en una aventura, por muy demostrada que esté la tendencia a decidir el voto en el último minuto. Y, como crítica general, este cronista ha visto mucha voluntad de destrucción del adversario, con un temible efecto de cierre de puertas al entendimiento en cuestiones fundamentales. Eso es lo más peligroso de la polarización, que fue extrema en esta campaña. Y es un mal asunto para el futuro del país.

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