Venimos a este plano terrenal a realizar una misión y a vivir una experiencia única. La magia surge cuando, durante este proceso, encontramos a otras almas con las que poder compartir ese viaje desde la entrega, la complicidad y el amor más genuino.
Nacemos con un código que determina nuestra sexualidad. Existen dos únicos sexos: masculino y femenino. Marte y Venus como principios universales de la creación humana por naturaleza esencial.
La continuación de la especie depende de las relaciones sexuales entre ambos sexos. Es decir, de la heterosexualidad, independientemente de que otros individuos elijan prácticas diferentes no destinadas a tal fin.
Esta realidad empírica y ausente de prejuicios ideológicos, sociales y religiosos no admite discusión por estar basada en los principios básicos de la naturaleza y la biología humana.
Las funciones vitales del hombre y la mujer son diferentes, pero igual de importantes. El hombre lleva grabado en su ADN la acción del impulso, la iniciativa, la lucha, dirigir, proveer y defender. Mientras que la mujer nace con el código de receptora, cuidar, sostener, equilibrar y unir. Alterar esta realidad por cuestiones ideológicas sólo produce caos y desorden emocional.
La masculinidad y la feminidad auténticas parecen estar proscritas hoy en día. Los medios oficiales al servicio de las "élites" intentan crear una rivalidad ficticia entre los dos sexos, demonizando y ridiculizando los roles naturales para generar confusión, con fines espurios.
Un núcleo compuesto por un hombre y una mujer fuertes, enamorados y orgullosos de su condición es la base de toda comunidad equilibrada. Y, a su vez, supone uno de los mayores peligros para los instigadores de las agendas oscuras pues, saben que, donde existe armonía y valores sus aberraciones anti-vida no van a prosperar.
Por todo ello, reivindicar la unión de la masculinidad y la feminidad reales como pilar esencial del futuro supone, en estos momentos, un acto de rebeldía y una bofetada en la cara del establishment ideológico reinante en esta granja humana a la que llaman planeta.
Mártin Sánchez & Anaís Antares
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